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C<MARAN ATHA». i EL SEÑOR VUELVE! en la triste.za como los que no tienen esperanza. Si creemos que Jesús murió y re 1 sucitó) hemos de creer de la misma manera que Dios hará resurgir para Sí a quienes murieron en Jesús. » Os ase:;¡uramos esto con Palabra del Señor: nos– otros, los que entonces vivamos, los que aún quede– mos para la Venida del Señor, no vamos a estar en situación de ventaja sobre los que murieron. Porque el Señor m-ismo, en el momento señalado por la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en El tendrán, con su inmediata resurrección, el primer lugar. Lue– go, nosotros) los que aún vivamos, los que todavía quedemos, seremos también arrebatados con ellos en nubes, al encuentro del Señor... » Es necesario que os consoléis con estas consi– deraciones)) (1 Te. 4, 13-18). Para San Pablo, no puede concebirse la Venida del Señor sin que participen en ella todos los que en ella han creído y la han estado esperando. Por eso, el primer efecto de la anhelada Parusía será la re– surrección de quienes se «durmieron en Cristo» antes de llegar a alcanzarla. Desde Esta perspectiva adquiere nuevo sentido el célebre desahogo del Apóstol: «Si nuestro esperar en Cristo c.caba con esta vida, somos los hombres más desgr;:1,ciados del mundo. ¡Pero no! Cristo - 223 -

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