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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA por encima de los cielos, para llenarlo todo» ... (Ef. 4, 9-10). -«También Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados ... Y en el espíritu (alma) fue a predicar a los espíritus encarcelados... » (1 Pe. 3, 18-19). Parece clara la alusión al descenso de Cristo al «Hades», entre su Muerte y su Resurrección, para llevar a quienes allí 'esperaban', la «Buena Nueva» de su liberación definitiva; aquellos cautivos habían de formar el cortejo triunfal del Señor en su As– censión gloriosa al Cielo. Muy bien anota la Biblia de Jerusalén a Heb. 11, 40: «La era escatológica de la 'perfección' fue inaugurada por Cristo; y el acceso a la vida celeste sólo por El fue abierto. Por eso, los justos del A. T., a los que la 'Ley' no pudo llevar a la 'perfección', tuvieron que esperar a su Resurrec– ción para entrar en la vida perfecta del cielo». Las almas de aquellos justos liberados volvieron entonces a animar sus cuerpos: se produjo así la pri– mera 'ola' de resucitados en Cristo y por Cristo: «Se abrieron los sepulcros, y rauchos cuerpos de santos difuntos resuciitaron. Y abandonando sus ne– &rópolis, despités de la Resurrección de El, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos». Así redondea el gran hecho del Calvario el primero de nuestros evangelistas (Mt. 27, 52-53). -220-

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