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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA Pero es muy difícil de entender la situación del resucitado en el primer caso, en el de uno cuya alma hubiese alcanzado ya la «visión beatífica». Al resu– citar, no va a perder dicha visión, porque sería un 'caer' inmerecido y terrible; y si la mantiene, ¿no se producirá como consecuencia ineludible una maravi– llosa transfiguración del mismo cuerpo? Para que ésta no se produzca, sólo nos queda pensar en una misteriosa acción de Dios, que impida temporalmente la irradiación en todo el ser de la Gloria que colma ya al alma. Parecerá cosa difícil de admitir; pero ¿no esta– m.os desde hace mucho ante misterios semejantes? De seguro que el alma de Cristo gozó siempre de 'visión beatífica', y, sin embargo, esto no impidió que el mismo Cristo experimentase con agudísima viveza, en su ánimo y en su cuerpo, las fatigas, congojas y sufrimientos que afectan al ser humano durante esta actual situación nuestra, de hombres pasibles y mor– tales. ¿No podremos decir lo mismo de la Sma. Virgen María? Aunque nada nos expliquen los datos de la Re– velación, ni sobre esto se haya pronunciado nunca el de la Iglesia, bien podemos creer que su alma fue favorecida con la inefable visión de Dios, todavía peregrina Ella en la tierra ... Y, sin embargo, con harto motivo la ~~-•~·-••=-•.. ~·~ 'Madre Dolorosa' y 'Reina de los Mártires'. - 218 -

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