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EUSEBIO GARC!A DE PESQUERA Aquella creencia hebrea, reflejada más de una vez en la Biblia, de que «nadie puede ver a. Dios sin mo– rir», tiene en lo antedicho su fundamento. No es que Dios mate a nadie por haberle visto, sino que la po– bre criatura humana, en su condición presente, no puede con la visión de Dios; es decir, no es capaz de soportar sin especial auxilio divino la impresión que descarga sobre ella, al contemplar al Ser Supremo, el que es la primera, infinita e incomprensible Maravilla. Bien, volvamos al antedicho contraste entre las apariciones de Jesús Resucitado y las de Jesús ya Glorificado o Glorioso. Quizá tengamos aquí una pista para entender la situación y aspecto de los posibles 'resucitados' en la Parusfa ... ; ellos podrán mantener aún un trato cuasinormal con sus hermanos de esta vida y mundo, ya en trance de 'regeneración'. Y si el mismo Jesús va a estar visiblemente pre– sente en la tierra, para llevar adelante las tareas del Reino y ele la Renovación universal..., seguramente tendrá que «velar» de algún modo su Gloria, para poder 'convivir' con los suyos; su ser y estar entre nosotros se asemejaría entonces no poco al que se vio en El durante aquellos cuarenta días en que confortó a los discípulos con su presencia de Resucitado. Sé que todo esto de la presencia visible de Jesús en este mundo, entre los suyos -y lo mismo la de los posibles resucitados en el Día de su Venida- - 216 -

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