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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA puede invitar a cenar. María de Magdala, en la maña– na de la Resurrección (Jn. 20, 11-18), le confunde con el hortelano de la pequeña finca donde le han en– terrado; y cuando El habla, su voz le suena a ella en el corazón como le ha sonado siempre. Para Pedro y sus compañeros de faena pescadora, en la madruga– da del lago (Jn. 21, 4-14), tiene él la cálida solicitud de una madre que prepara y sirve la comida a los suyos ... Pero cuando El «se muestra», después de haber subido al Padre, es decir, después de haber entrado plenamente en su Gloria, 'para sentarse a la diestra de la Majestad en las alturas' (Hb. 1, 3), ¡qué dife– rencia! Sale al encuentro de Saulo en el camino de Da– masco, se deja ver (1 Cor. 9, y le interpela: el im– pacto es tremendo. Saulo cae a tierra como anonada– do, sus ojos son abrasados por un supramun– dano y queda sin visión durante unos cuantos días ... 9, 8, 18; 26, 13-16) ; será preciso un milagro para que la recupere. El Discípulo Amado, Juan (autor del Apocalipsis, según toda la tradición) , tiene una experiencia simi– lar al comienzo de sus «visiones». Juan, vuestro hermano ... , fui arrebatado en un 'día del Señor', y oí detrás de una gran voz ... Me volví para ver a quien me hablaba ... , - 214 -
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