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«:!!:ARAN ATHA». j EL SEÑOR VUELVE! Da la impresión de que el trato de Jesús con los suyos, en ese intermedio entre la Resurrección y la Ascensión, es como la continuación 'normal' del que tenían antes, cuando El andaba con ellos como uno más, plenamente sujeto a la 'circunstancia' terrena del aquí y ahora. No es desde luego el mismo trato, porque ha oc-..1rrido algo inconmensurable: su Muerte y Resurrección; antes convivía con ellos ... , ahora sólo se les aparerY-3... No es el mismo trato, pe.ro -según he dicho- p3rece que el de ahora es como una nor– mal prolonga-ción del de antes < 1 >. Hay amb:ente de familiaridad, comunicación es– pontánea, gestos y pormenores de entrañable con– fianza; ni el más pequeño indicio de que ellos estén sob:recogidcs ante El, abrumados por el esplendor o la majestad. de una PRESENCIA sobrehumana. Je– sús, evidentemente, tiene que estar más atractivo y superior que nunca; pero no sacude con fuerte impac– to cuando se deja ver... ; parece seguir tan 'accesible' como antes, sin dar la impresión de encontrarse ya a una inaborc:able distancia en cuanto a Se'!' y situación. A los dos discípulos de Emaús (Le. 24, 13-31) les parece un compañero de viaje... , al que bien se le (l) El mi9nl0 Pedro, ante el centurión Cornelio de Cesarea, da tes• timonio de cómo han sido de 'normales' las relaciones de los discípulos con el Señor ya resucitado, pero todavía no 'ascendido'... (He. 10, 41). La Biblia de Juusalén, en nota a este versículo, recoge cierta 'adición occidental' muy sugestiva: << Y vivimos familiarmente en su compañía durante cuarenm días, después de su resnrrección de entre los muertos», -· 213 -
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