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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA Tenemos sobre esto el testimonio de varias almas santas, que, a través de visiones sobrenaturales, al– canzaron una especial ilustración de cómo fueron nuestros comienzos en la tierra: todas ellas han coin– cidido en señalar que la flora y la fauna de antes del Pecado eran notablemente más bellas y perfectas que las que ahora conocemos ... , y que, al ocurrir aquel pecado primero, el de nuestros Padres Adán y Eva, se produjo como un oscurecimiento en el aspecto de todos los seres creados: todos perdieron no poco de su brillo y hermosura < 1 >. (1) Y lo que así han llegado a saber algunas almas 'por visión', estaba ya de siempre, por doctrina, dentro de la Iglesia, aunque sólo acei·taran a captarlo con cierta lucidez las mentes más entregadas a la mejor «teologíaJJ: reflexión orante sobre los contenidos de nuestra Fe. Tal fue el easo -por citar un ejemplo-- de S. Anselmo de Bec, o de Cantorbery, el gran maestro del siglo XI. Hablando él de la «gra– cia)> de María, y en coloquio mental con Ella, llegó a decir: «Todas las cosas se encontraban como muertas al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y uso de quienes están para ala– bar a Dios... ; se encontraban aplastadas por la opresión, y como des– coloridas, por el abuso que hacían de ellas los hombres idólatras, pues no habían sido creadas para eso. Mas ahora., oh Señora, eomo si hu– biesen resucitado, te felicitan, gozosas de estar otra vez regidas por el dominio y honradas por el uso de quienes alaban a Dios. «Ante esta nueva e inestimable gracia, las cosas todas han saltado de gozo, sintiendo que en adelante no sólo se mantienen bajo la pre– sencia rectora aunque invisible de Dios, su creador, sino que también, al usar El visiblemente de ellas, quedan ellas altamente santificadas (Oratio 52; PL. 158, 955 ... ). Así, pues, la liberación renovadora de las cosas empezó con la pre– sencia entre ellas del « Verbo hecho carneJJ -a quien se ordenaba la «gracia» de María-. Pero aquello fue sólo un comienzo; un comienzo que exige llegar a plenitud: la plenitud de la Palingenesia anunciada. - 188 -