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EUSEBIO CARCXA DE PESQUEllA Para mis interlocutores no cabía duda de que la gran causa de todo esto hay que buscarla en el espí– ritu y los métodos con que se ha venido cultivando ese especial « conocimiento de la realidad» que lla– mamos comúnmente 'la Ciencia Moderna'. Durante los últimos siglos se ha mirado esta cien– cia con admiración casi idolátrica. Todo podía espe– rarse de ella; nada ni nadie se le resistía; ella esta– ba por encima de todo... Era el 'no va más' del saber humano; el único saber merecedor de un aca– tamiento general. Decir «científico» sobre algo, era poner sobre ello la mejor etiqueta de seriedad y certeza. De esta Ciencia -¿quién puede negarlo?-, del espíritu y método con que se la ha cultivado, pro– cede nuestro espectacular «desarrollo» técnico-in– dustrial. Pero procede también todo ese desastre de conta– minación y muerte que se abate sobre la naturaleza. Explicar y demostrar tan grave aeusación seda del máximo interés; pero me parece que no es éste su lugar. (Tal vez recoja brevemente en otra parte lo más sustancial de aquellas «conversaciones» de la Costa del Sol.) - 186 -
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