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EUSEBIO GARCIA IJE PESQUERA grandes realizaciones que se anuncian como conec– tadas con la Parusía o Vuelta del Señor Jesús. Y una vez más la renombrada 'Biblia de Jerusalén' se hace eco en sus 'notas' de esa tan extendida manera de enfocar innumerables profecías: «Se trata de la Re– novación mesiánica que se manifestará al fin del mundo; pero que ya comenzará, de un modo espiri– tual, con la Resurrección de Cristo y su Reino en la Iglesia» (los subrayados son míos). ¡Buena Renovación va a haber de las cosas de este mundo, cuando el mismo mundo sea concluído o consumado! San Pablo, en el asunto que nos ocupa, nada aprendió de San Pedro (Gál. 1, 11-18); pero bebió en la misma fuente: Jesús-Espíritu Santo; y así, nada extraño que en sus epístolas haya frecuentes alusio– nes a la gran Renovación que nos espera, que ha de venirnos en Cristo Jesús. Quizá nada proclama el Apóstol tan vigorosamente como esto de que el fruto de la Redención de Cristo ha de estar en que seamos «criaturas nuevas». Pues bien, ¿dónde están esas nuevas criaturas? Muchos hombres, es cierto, han llegado a se:r 'nuevos' en Cristo. Pero sólo por dentro, en el ámbito del espíritu; en lo demás, como los otros. Y es que· el cristiano de ahora, aun el mejor cristiano, en su :rea– lidad natural corpórea, sigue siendo como el hombre -176 -
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