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cMARAN ATHA». i EL SEÑOR VUELVE! naturalmente, al reconocerles su virtud, les atribuire– mos la consideración y el honor a que la virtud se hace acreeo.ora. Pero, en la actualidad, debemos afirmar, por ser ésta la verdad, que la entrega de Jesús a la muerte es obra del pt:eblo y de los dirigentes judíos de aquella época. Las más altas autoridades judías y el pueblo judío pidieron la muerte de Jesús al poder civil, por no detentarlo ellos y, por lo tanto, no poderlo ejercer. Es cierto también que en el conflicto entre Jesús y los judíos nada tenían que ver Pilato y los gentiles, puesto que Jesús no vino al mundo para convertir de inmediato a los gentiles) sino para que los suyos le re– cibieran, primer paso necesario para la Redención se– gún el Plan divino inicial; luego ya se daría entrada a los gentiles. Y si se aduce que la causa de la muerte de Jesús fueron los pecados de la Humanidad, diremos rotun– damente que no ... Su muerte fue provocada solamente por los ju– díos, que no quisieron recibirle. Paradójicamente, los gentiles fueron los únicos que hicieron algo) en la per– sona de Pilato, para librarle de la muerte; recorde– mos que los judíos, para librar a éste de cuantos es– crúpulos p!diera tener, pidieron que sobre ellos y so– bre sus hijos recayeron las consecuencias de tal muer– te. ¿Qué duda cabe de que Pilato conocía, de oídas cuando menos, el extraordinario caso de Jesús? De - 165 -

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