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EUSEBIO GAHCU DE !'ESQUERA «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a visitar y redimir a su pueblo. Y así, nos ha suscitado ya una Fuerza de Sal- vación en la Casa de David, su siervo; según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: que nos libraría. de nuestros enemigos y de las manos de quienes nos odian... El viene en nuestra ayuda, para que nosotros, fuera ya del poder de nuestros adversarios, podamos servirle sin temor, en santidad y justicia, ante su divino acatamiento todos nuestros días... ~ (Le. 1, 68-71,74-75). Esa descomunal empresa que anunciaron tantos y tan repetidos vaticinios, esa irunesa tarea de Rey– Caudillo-Salvador que según ellos, había de llevar a cabo el «Ungido de Yahvé», el Mesías, eso, ¡todo eso!, es lo que vino a realizar aquel Je– sús que nació en una noche de Belén -en los días de Augusto César- como hijo de María, la sin par doncella nazaretana, y teniendo por padre legal, a todos los efectos, a un 'hijo de David' (Mt. 1, 20) que se llamaba José. Eso es lo que El vino a realizar. Pero no pudo en– tonces cumplirlo cabalmente, porque « los 8Uyos no le recibieron» (Jn. 1, 11). - 158-
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