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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA destinatario de las promesas hechas a David (He. 2, 30-32). Entonces, aquí no hay manera de eludir una pre– gunta: ¿Cuándo y cómo Jesús de Nazaret -N. S. Jesu– cristo para los cristianos- ha ocupado el trono de David? ¿Cuándo y cómo ha empezado a cumplirse la otra promesa divina de la Anunciación: «Reinará en la casa de Jacob por siglos»? No vamos a tomar por respuestas satisfactorias explicaciones como ésta de la Biblia Nácar-Colunga: «La Casa de Jacob es el 'Israel de Dios' que escri~ bió S. Pablo (Gal. 6, 16), es decir, la humanidad cre– yente o la Iglesia». Los textos, y son muchos, no dan para eso. A no ser que se les fuerce a decir lo que en su sentido ob– vio no dicen ... Hemos de reconocer, que si Jesús, a pesar de todos sus títulos y derechos (ya recordados en páginas an– teriores) , no ha sido aún verdadero REY de ningún pueblo, menos que de ningún otro lo ha sido de Israel: ni ha ocupado nunca el trono de David, ni ha ejerci– do ninguna función de realeza en la Casa de Jacob. Sólo un pequeño número del pueblo escogido le acep– tó en vida como su Mesías (Mt. 16, 13-16, 20); y sólo una porción exigua de dicho pueblo llegó a la fe en él -138 -

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