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cMARAN ATHAll, j EL SEÑOR VUELVE! PUNTO DE PARTIDA Nosotros vivimos) sentimo:sJ nuestra propia rea– lidad. Es decir, la más inmediata sensación y vivencia la tenemos en el hecho de que somos, existimos; y frente a nof:otros, son) existen) otros seres y otras cosas. Luego, hemos ido cayendo en la cuenta de que no está en nosotros mismos la explicación de nuestro ser, o existir. Tenemos que buscar fuera la causa y la fina– lidad, y la posible plenitud de esto que somos. Por fin, nos instalamos en la convicción, verdade– ramente básica, de que somos por) de y para Otro. Un Alguien, cuya pre,sencia, se nos da por mil indicios, y cuya reaHdad se nos oculta tras un impalpable velo... El Necesario. El Absoluto. El siempre Antiguo y siempre Nuevo. «Luz que te entregas, Luz que te niegas... » (Himno litúrgico de Vísperas). «El que ES, el que ERA; el que VENDRA» (Ap. 1, 8). Todo esto ha encontrado breve y densa expresión en la Plegaria Eucarística IV de nuestra Misa ca– tólica: «Realmente es justo darte gracias, y deber nues– tro, glorificarte, Padre Santo, porque Tú eres el único Dios, vivo y verdadero, que existes desde siempre y vives para siempre, Luz sobre toda luz. -11-

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