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EUSEBIO GARCIA !DE PESQUERA pueblo, el primeramente 'llamado', en el Plan divino de Salvación. Entonces, estos tiempos de ahora, en cuya vigen– cia aún estamos, pero cuyo final ya presentimos, pa– sarán inexorablemente a ser los 'viejos tiempos' de un mundo que se fue ... No debe, pues, confundirse (como casi siempre se hace) el «Fin de los tiempos» con el Fin del Mundo < 1 >. Cuando llegue el de los Tiem– pos (los tiempos de las naciones), es natural que se les pida cuenta a éstas sobre los muchos días de mi– sericordia que tuvieron para 'entrar' en la Salvación de Dios; cuando llegue el otro fin, el último, el de todo Tiempo, la cuenta será pedida a la Humanidad ente– ra, a todos y a cada uno. Y ahora debemos preguntarnos: La compleja realidad del «Fin de los tiempo8'il, en la que será pieza clave la Conversión de Israel, ¿va a producirse como resultado, digamos 'nor- (1) Creo que esta distinción ha empezado a tomar cuerpo a hacerse cada día más clara- a partir sobre todo de los sucesoo Garabandal. Cuando en aquel pueblo montañés, con ocasión de la muerte de Juan XXIII (3 de junio de 1963 ), se hizo público lo que meses antes había dicho la Virgen a una vidente, que después de dicho Papa ya no quedaban más que otros tres, todos reaccionaban con la espontánea pre– gunta: ({¿ Y viene ya el Fin del Mundo?» -La Virgen -replicaba siempre la vidente- no dijo 'Fin del Mundo', sino ({fin de los tiempos». -¿ Y qué diferencia hay? -Eso yo no lo sé. Pero la Virgen dijo siempre: 'Y después (de los tres Papas) el fin de los tiempos'. -122 -
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