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EUSEBIO GARCU. DE PESQUERA la sustancia de su pensamiento sí está suficientemen– te clara: Israel sigue sie'ndo el Pueblo Elegido de Dios, aunque muchos de sus hombres hayan quedado ahora, efectivamente, apartados de todo lo que esa 'elección' comporta < 1 ) ; y multitud de hombres gentiles vienen a sustituir– los, por misterioso designio divino, en la herencia bendita de la 'elección' ( 1 ); pero estos últimamente llegados deben compren– der que todo es «gracia», que a Dios, rico en miseri– cordia', se debe todo; y que, para alabarle a El están, no para tratar de evaluarse en comparación con los hijos de' la infidelidad. Israel es presentado como un buen olivo -el ár– bol bíblico por excelencia-; un olivo de la mejor raíz y naturaleza, que sufre un desastre en sus ramas, hasta casi perderlas del todo: pero raíz y tronco si– guen, y sin perder calidad; aún pueden tener, y dar, savia vigorosa, capaz de transformar en brotes de le– gítimo olivar a los advenedizos injertos que proceden de árboles silvestres. (1) En Mt. 8, 11-12, Jesús predice claramente que muchos israeli– tas, con llamada a entrar antes que nadie en el «Reino», serán de– sechados; y a ocupar su lugar en él llegarán de todas partes hombres y mujeres que parecían no tener ningún derecho... -«Os aseguro que vendrán muchos de oriente y de occidente, y se pondrán a la 'Mesa' (del Reino Mesiánico) con Abraham, Isaac y Ja– cob ..., mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera, en llanto y rechinar de dientes». -114-

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