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'.(MARAN ATBA». j EL SEriOR VUELVE! Roma se alzaría con la capitalidad religiosa del mundo; 'los :le Cristo', que eran el Porvenir, tendrían allí su centro: ya Simón Pedro estaba allí, ¡Simón Pedro, el elegido del Señor, la pieza clave en la obra de Jesús, la «roca» indefectible que debía sostener toda la estnctura de la Iglesia! ; y allí dejaría él su 'cátedra' y su sepulcro, como garantía de perennidad para el nuevo Pueblo de Dios que se estaba forjan– do. ¡Hombrc=s de la gentilidad iban a reemplazar a Israel! Quizá los cristianos de origen gentil encontraran en todo aquello -que era lo veTdaderamente actual– un cierto motivo de engreimiento... Quizá los cristianos de raza judía sintieran por todo aquello una viva desazón de amargura, chocan– do en su in:cerior el orgullo por 'lo de antes' con la sensible poscergación en lo de ahora, que parecía ser lo definitivo ... El Após:col creyó necesario tocar el tema en su carta, y sobre él nos ha dejado unas líneas esclare– cedoras. Primeramente se permite un desahogo personal: «Os con::ieso con toda sinceridad, ¡bien sabe Cris– to que no "'ngaño !, que es muy grande la tristeza que siento, y un dolor constante en el corazón. Casi desearía es:ar yo mismo bajo el anatema, como ob– jeto de mal::lición y separado de Cristo, si esto fuese - 111-
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