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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA de que este Jesús, por oosotros crucificado, es el Señor y Mesías que Dios nos tenía que enviar» (He. 2, 22-23 y 36). La equivocación ha sido terrible: han eliminado brutalmente a quien venía para salvarlos. ¿Es posible algún remedio? Sí: arrepentimiento por el pecado cometido, y plena aceptación ahora del que ha sido antes re– chazado. A nivel de persona, y en una dimensión espiritual, el gran yerro queda así conveniente y salvíficamente subsanado. Pero ¿qué esperanza mesiánica le puede quedar a Israel como Pueblo? Si el que 'había de venir', ya vino, y ellos no le recibieron ... , malogrando así lo que para ellos era una ocasión única y para El una misión sin par, ¿no habrá que despedirse para siempre de tan– tas promesas y tantas esperanz,as apasionadamente mantenidas durante siglos? Hay un momento especialmente importante en aquel dirigirse de 'los de Jesús' a sus connacionales israelitas que han rechazado a Jesús. Es el de las ex– plicaciones públicas de Pedro sobre el sonado milagro del tullido de nacimiento que mendigaba ante una de las puertas del gran Templo nacional: «Ya sé, hermanos, que obrasteis muy equivocada– mente, vosotros y vuestros jefes, en el caso de Jesús -104-
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