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C:MARAN ATHA», j EL SEÑOR VUELVE! <( ¡Colmad ahora vosotros la medida de vuestros padres! Asi tendrá que caer sobre vosotros toda la s<11,vngre inocente derramada sobre la tierra... «Jerusa't,én, Jerusalén, qtw matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces yo mismo he querido cobijar a tus hijos como la ga– llina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido! «Pues bien: se os va a dejar desierta toda esta mamsión... «Y yo oa aseguro, que no volveréis a verme, hasta el día en que hayáis de decir: , Bendito el que viene en 'lfWmbre del SE:&-OR!'» (Mt. 23, 32-39). La INB'IDELIDAD de Israel -desviado por sus clases dirig-e:1tes- en el momento decisivo de su his– toria, la están pagando todavía los hijos de ese pueblo. ¿Hasta c:Jándo? Sólo ung, cosa sabemos con certeza: esa enorme desgracia de Israel, ya multisecular, no va a perdu– rar por siempre. Se trata de una expiación colectiva muy larga ... ; pero no inacabable. El mismo Jesús, obligado a anunciar la justicia de Dios scbre su pueblo, parece aliviar el terrible - 99 -
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