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EUSEBIO GARCU DE PESQUERA -«Hijas de Jerusalén. -dijo a aquellas mujeres 'que se dolían y lamentaban por él viéndole ir a la muerte-: No lloréis por mí; llorad más bien por vo– sotras mismas y por vuestros kijos. Porque van a lle– gar días en que habrá de decirse: ¡Dichosas las es– tériles, las de entrañas que no engendaron, las de pechos que no han amam,antado... h> (Le. 23, 27-31). «Al acercarse y ver la ciudad (Jerusalén) -pocas fechas antes de su muerte, el día de los fugaces 'ho– sannas' y aclamaciones-, lloró abiertamente sobre ella, diciendo: 'iAh! Si al fin conocieras en este día el mensaje de Paz que se te ofrece... Pero no, tus ojos siguen pertinazmente ciegos. Días vendrán sobre ti en que tus enemigos te cercarán y apretarán por to– clas partes, y te wp"lastarán contra el suelo a ti y a tus hijos, y no dej,arán de ti piedra sobre piedra...: todo, porque no has sabido conocer este tiempo en que Dios te visitaba» (Le. 19, 41-44). Por el amor que tenía a su pueblo se desahogó más de una vez en durísimas invectivas contra aquellos 'guías ciegos' que le descarriaban, los escribas y fa– riseos hipócritas ... (Mt.. 23, 13-31). Y, bien a pesar suyo, tuvo que anunciar las te– rribles consecuencias que sobre Jerusalén y toda la nación se iban a derivar de aquel culpable rechazar a les enviados de Dios, el último de los cuales, él, era su mismo Hijo: - 93-

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