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TEMPORAS DE PRIMAVERA 97 cómo podría seguir. El estaba seguro de que ,cctodo aquello» (que ya empezaba a ,comentarse) no llegaría a ser, ni en el peor de los casos, una lamentable suma de ,ccener,gÍias y tiempo perdidosll ; si no resultaba lo que él se proponía, le quedaría al menos de todo ello una valiosísima experiencia de vi.da . Fund,amentalmente se sentía muy decidido y animoso, pero no todos los días er,an iguales los ánimos. Aunque fantaseaba bastante, no dejaba de ver objetivamente la realidad: y la reali– dad ¿ se presentaba acaso ,con el color de ,las rosas de junio? Empezaban ,ya a apuntar diversas dificultades extemas; y lo que era peor, los e:ementos humanos con los que por entonces podía contar ,él para su obra, no ;mostraban ser de muy ,alta calidad. Entre las dificultades externas, la inmediata y casi peor era la de que no sabía dónde celebrar las r,eunÍoI).eS futuras. Del nogal había que despedirse. Al ,parecer, aquellas r•euniones de muchachos seglares {C[ntra s,epta monasteriill resultaban un poco extrañas para la seria tradición conventual, y algunos religiosos ya habían expresado sus desaprobatorios puntos de vista al Su– perior reguLar. Por lo que se refería a las dificultades ,ccinternasn, estaba bien claro que los pocos jóvenes que se le habían ido presentando hasta entonces no tenían, en general, aire de prometer mucho: poca cultura, personalidad opaca, dando impresión de vuigaridad, con aspecto de ser más aptos para llevar las cintas o cordones de un estandarte que para lanzarse a hacer ((Una harbaridad>l si fuese necesa::io ... Muy probableme~te nunca dej,arían de ser buenos ; quizá eran incapaces de Ile.gar a ser muy malos, pero también incapaces de dar el do de pecho en .el servicio de un alto ideal. De ellos podría esperarse que fue.ran buenos cccum– plidores de los reglamentos», y que no faltaran casi nunca a los actos más solemnes y generales... De todo esto se dió pronto cuenta el P. Fidel de Peñacorada, pues no tenía ,ccmal .pjoll para valorar a las ,personas oon quienes trataba más de una ve.z ; pero había en su alma un admirable fondo de resistencia a estas ccdescalificadonesll certeras de su entendimiento ; y así se esforzaba en mirrar .a los de.más con an– cha y comprensiva indulgencia, deseando equivocarse en las des– favor,ables apreciaciones de, su mente, y asiéndose en último tér- 4
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