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TEMPORAS DE PRIMAVERA 93 sos anhelos que agitan tan frecuentemente nuestro espíritu? Us– ted mismo lo ha querido grabar de la manera más bella en mi alma al decirme antes el ,pasaje de Hugo Wast y la s,entencia de San Agustín. ¿ No es eso? -.Eso es. Y puedo redondear mi lecci6n con ,otra cita. José Seigas, poeta que debió de estar de moda hace unos decenios, aunque hoy apenas haya quien se acuerde de él, se encara en una composición suya con este siem,pr,e insatisfecho anhelo de felicidad que todos llevamos dentro ; le dice: «.. .Luz de misterioso arcano, vaga sombra celestial: tú eres en mi coraz6n la eterna reoelaci6n de mi espíritu inmortal. n nlndudablemente, esos misteriosos anhelos que bullen en nues– tra alma han de ser para nosotros ,como una constante adver– tencia o revelaci6n de que ni somos de este mundo, limitado y caduco, ni para las cosas de este mundo hemos nacido. -Sí, es verdad, Padre ; pero llegan días u ocasiones en que parece ,que una se ,cansa de estar siempre como en vi,lo, con el \ alma en tensi6n hacia las cosas que esperamos... , y que aparecen casi siempre tan lejanas. En tales días u ocasiones una quisiera poder satisfacerse con las pobres cosas de ,aquí ahajo, y des– cansar, y quedarse sencillamente a gusto, sentirse dkhosa... ¿ Por qué esto no puede ser? Para mí ,al menos resulta imposible. Otras, en cambio, ,parecen andar por ahí muy felices y satis– fechas. -No todas las almas son capaces de ,sentir igualmente la pe– sadumbre de este destierro. Las hay ta:mbi,én que, a fuerza de bajezas, de obst~naci6n, o de abandono, Uegan a extinguir casi en su interior ,c1la eterna revelación de su espfritu inmortah. Pero no cai,gamos en la tontería de juzgar más afortunadas o dicho– sas a las más superficiales, a las de s,ensibilidad ya embotada. Yo consideraré siempre como una bendici6n el que la ,«,pesadum– br,e del destierroll pese de veras. Con medicina de desencantos, cura Dios de la desordenada impaciencia de felicidad a las almas

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