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TEMPORAS DE PRIMAVERA 85 del piano; entre ,ellas, ,«Tristeza)), de Fauré. Aquí sus e~presiones parecían alcanz,ar lo inalcanzable : vibraba en ellas toda el alma secreta del sufrimiento. «C.>> experiment6 Ja sensaci6n de un dolor imposible de resistir. Aquella canción r,esucitaba su pasa• do, su lamentable historia, su vida deshecha... ¡ Ya sólo le que– daba morir! ¡ Oh «mondo senza fine amaro)) ! ))Amigos míos~conc1uy6 el P. Fidd, mientras ,guardaba el libro bajo el brazo izquierdo y se ,ponía de pi,e~, amigos míos: pi,enso que tiene su importancia el empezar a ser de ,manera que algún día nadie pueda hablar de vosotros d:iciendo con pesadum– bre o lástima: w¿ Fulanito? ¡ Qué pena ! ¡ Una vida echada a perder!)) Habí~n dado ya unos pasos, de regreso, hacia el camino de los manzanos. En la actitud de casi todos los ,chicos., y en que la conversación no acababa de saltar ,espontánea, conoció el P. Fidel que estaban dolorosamente impresionados por lo de <o:C.». Cogió entonces nuevamente el libro, y sacó de entre sus 1páginas un recorte de periódico que habí-a puesto ,allí previso– ramente, ,por si se :presentaba una buena ocasión de utilizarlo. ~No voy a dejar que marchéis sólo con la amargura que desti– la la triste historia de Car,yl Bramsley. j Sursum ,corda! ,j Arriba los corazones! En el mundo no se dan únicamente lamentables «C)). iiE.sto que os voy ,a leer formaba pa,rte de un pequeño diario de campaña que se encontr6 sobre el cadáver de un soldado de Franco, caído ,en la batalla del Ebro. Estaba escrito a lápiz, y su autor lo había titulado así: ,c<Mi oración de guerra». Es– cuchad: <C ¡ Oh Dios, Señor de los que dominan, Guía supremo que tienes en tus manos las riendas de la vida y de la muerte, escucha m1 oración de guerra ! ))Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate y mi cuer- po no sienta el temblor del miedo. »Haz que yo te sea fiel en la guerra, como te lo fuí en 1a paz. »Haz que el silbido agudo de los proyectiles alegr,e mi co• , razon. »Haz que :a sed y el hambre, el cansancio y la fatiga, no los sienta mi espíritu, aunque los sientan mi carne ry mis huesos.

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