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TEMPORAS DE PRIMAVERA 83 andante)) de1 Señor. Recorriendo el valle de Rieti, en la Italia central (vaHe que había de poblarse más tarde de conventitos y eremitori,os franciscanos ,a la sombra de castaños y hayas), llegó a la pequeña ciudad del mismo nombre. Un día se encontró en la calle a un joven caballero, de la noble familia de los Tan– credi. Revestido de brillante atuendo, cabalgando en brioso ,cor– cel, pensaba seguramente el rr:uchacho que más· de un par de ojos femeninos le seguirían anhelantes desde detrás de los visillos o celosías de las ventanas... Francisco se dirige a él con reve– rente cortesía, le saluda, y le habla así, poni,endo un extraño fuego en sus palabras y en sus ojos: (<Señor caballero: el tala– barte, la espada y las espuelas confieren s6lo un esplendor ca– duco. Otra cosa, otra suerte muy distinta sería para vos, si en ' oez del brillante talabarte quisierais poneros una tosca cuerda, tomarais la Cruz de Cristo por espada, y el poloo y barro de los caminos en lu,gar de las espuelas ... Venid: yo os puedo armar caballero de Cristo.)) Por un rápido milagro d,e la Gracia, el joven echó pie a tierra, se puso a disposición del seráfico pobreciUo y fué pronto admitido en: la nueva Orden de Caballería espiri,tual. »Yo no intento precisamente hacer lo mismo con vosotws. Todos, o casi todos, seguiréis ,en el mundo ; pero sí quisiera yo infundiros lo mejor del espfritu caballeresco para emplearlo en el servido del Divino Rey ; .quisi,era que coni dedicación generosa y entusiasta os fuerais dando a él «,personal.mente)), al mismo tiempo ·que trahaj-áis pam que en los demás se establezca fü– ,rrfemente su Reino. ,))No sé c6mo podremos Uegar a conseguir todo esto ... No ten,go programas bien ,puntualizados. Y seguramente que no nos hacen ninguna falta, pues con programas demasiado concr,etos dudo yo ,que se haya hecho nunca cosa aiguna de veras impor– tante. Creo que lo fundamental y decisivo ,es saber lo que uno quiere: luego, segtÚn las posibilidades de cada situación, ya ven– drá el esco,ger los medios y caminos. Vamos a procurar, ante': todo, el necesario espíritu, que después, ese mismo espíritu nos irái diciendo en ,cada caso lo ,que conviene hac,er... >l Para que viesen que aquello del franciscanismo no era cosa ajena a su juventud, les Ieyó-sin comentarios--un artículo ma– gistral public,ado por José Antonio en el semanario ,«F. E.l> de

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