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TEMPORAS DE PRIMAVERA 77 térrito: ,ccLa teología nos enseña que todos nosotros los cristia– nos, ligados espiritualmente por vínculos misteriosos y vitales, formamos con JesrÚs una realidad tan verdadera como inexpli– cable: el llamado ((Cuerpo Místicon, al cual apunta aquel artícu-• lo del Credo que dioe: ((Creo en la Comunión de Los Santos>>. Cristo ,es la cabeza de ese ,cuerpo, los m!Íembros somos nosotros, y tan capital importancia en él tiene Cristo, que a esa realidad sobrenatural ,y viviente que somos cmosotr,os con Jesús» se la ha designado frecuentemente con ,e,l nombre de ,((Cristo Místioo», en contraposición al ((Cristo histórico)) ,que foé sólo y personal– mente El: la Segunda Persona de la Santísima Trinidad sub– sistente en dos naturalezas. ))Creo yo, discurriendo en buena lógica, que nuestra misión terrena en ,cuanto cristianos~y esta ,condic,ión sobrenatural de cristianos no podemos arrinconarla nunca-rf:i,ene que ser sustan– ,ci,almente la misma de Jesús, de ,cuya ,cc1plenitu'd)) formamos parte. ¿ Se concibe, acaso, que los miembros tengan un destino, suerte, o final}dad distinta, es decir, desvinculada de la cabeza ?n No todas podían seguir fácilmente el r,azonar del Padre: les faltaba pr,eparación mental y agilidad de pensamiento. Una ,por– ción de ellas encontraban todo a,quello ,poco am,eno e intere– sante: les ,hubiera gustado bastante más que les hablara de los resobados y facilones temas de los novios, cine, baile ... Perc el P. F:idel aspiraba ,a ver algÚn día ,en su derredor unas jóvenes reciamente constituídas mental y espiritualmente, no grupi.tos de chicas sin contenido en el alma y •en ,la ,cabeza, aunque, eso sí, muy buenecitas y muy a propósito para ponerse airosa ,peineta con mantilla, y s,alir a la calle detrás de una bandera bien bor– dada. Continuó: ,ce Vosotras y yo, yo y vosotras, tenemos la sagrada obligación de continuar en nuestrós días lo que Cristo •empezó, y Ilev6-n lo que era de su personal incumbencia-a feliz tér– mino. El Padre ,Celestial nos ha puesto aquí para eso, y preci– samente en ,estas circunstancias de ti,empo, lugar, ambiente, et– cétera ... Nada hay en esto de que debamos cooperai todos a la ((obra de CristoJJ, como tarea fundamental y común de los cris– tianos, que se oponga a que cada uno tenga ,tambi,én su singular destino ,en la vida, una propia misión ,que cumplir. Al ·contrario,

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