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76 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA ,,San Pablo, el infatigable evangelizador de gentiles, escribía desde las cárceles de Roma a su disdpulo Ti.moteo: ce Y o me estoy ya disolviendo, y el tiempo de mi partida se acerca. Me he portado como bueno en el combate; acabo ahora mi carrera; he mantenido la fe ... S6lo me queda ya el recibir la i asta co– rona... n i(ll, IV. 7-8). Todos pueden sentir en estas fras,es la sa– tisfacción victoriosa d,e quien ha llevado a feliz término la difícil obra encomendada. ,,Y yo pregunto de nuevo: ¿ No tendremos también nosotros una obra que cumplir mientras dura nuestra •cccarreran, obra para la que es necesario mantener la fe y llevar el combate con ·esforzada lealtad?,, Variando casi demasiado bruscamente la marcha de su dis– curso, el P. Fidd empezó a expresar lo que pensaba, con la rotundidez de afirmaciones que no admitían réplica. c<Sí ; todos y cada uno de nosotros tenemos, por encargo de Dios, que realizar c<aigon •en el mundo. Según la filosofía, c<todo agente dotado de inteligencia, al obrar, se mueve por algún fim, ; luego Dios, que es la suma intelig,encia, nos ha dado ,el ser, nos ha puesto aquí, «para algo,, ... ,,¿ En ,qué consiste este «algo,,? Hay para todos los cristianos una tarea común o genérica, y ,existe para cada cristiano una manera peculiar de ,concurrir a la tarea común. La obra de todo~ los cristianos, y po~ consiguiente, también la nuestra, con– siste en continuar y actualizar en cada coyuntura histórica la gran OBRA DE CRISTO.n Aquella «salidan del Padre causó desconcierto en algunas, y dejó decepcionadas a otras. Estas aguardaban una revelación <cmás interesanten, algo que les diera casi resuelto el emocionante problema de encontrarse a sí mismas, encontrando su misión o vocación singularfaima en la vida. Aquéllas empezaron a pre– guntarse: ¿ qué tendrá que ver la obra redentora de Jesús con lo que mu.chas de nosotras hemos de hacer en el mundo? Pase el que una religiosa... y hasta una maestra ,puedan considerar como ·c<su misióm, •el continuar la de Jesús ; pero una modista, o una mamcura... Como si el efecto de sus palabras en ciertas oyentes le hu– biera pasado del todo inadvertido, el P. Fidel continuó imper-

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