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66 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA que tenÍa pensado decir aquella misma tarde en la reunión de las jóvenes. Recordó todas sus reflexiones de la víspera sobre esta idea central de que wnuestro actual vivir es un corto peregrinaje hacia la Patria Eterna... >J ; y como si estuvier•a ya hablando a sus oyen– tes. siguió mentalmente discurseando así: «Es claro que nuestro peregrinar por la vida tiene ,externamente muy poco ·parecido con las peregrinaciones de aquellos cristianos medievales, de austera túnica, recio bordón y ancho sombrero, ,que recitando salmos, soportando penalidades y ejercitando la caridad mar– chaban a Santiago, a Roma o a Jerusalén... , y lo mismo posaban en los «hospitales» del camino, que pedían albergue por una noche en las solitarias abadfas, o en los señoriales castillos, donde cantaba el trovador recién llegado los viejos cantos dre Roldán y 01.iverio, o los más moderinos rpoemas de Lohengrin y demás caballeros del Santo Grial. .. >}Nosotros somos peregrinos esencial y sencillamente, sin esos toques de poesía fabulosa pasada por siglos enteros de evoca– ción cristiana. Somos peregrinos en medio de esta monótona prosa que es nuestro v•ivir de cada día... Quizá pueda e:iPplicaros bastante bien lo que esto significa esa anciana que tenéis ,en casa, o vive en el piso de enfrente. Y a de :pequeñas la visteis con el pelo blanco y el andar vacilante, y tuvisteis la impresi6n de que ella siempr,e fué así: siempre mayor y envejecida. Mas preguntadle a ella; os contestará con suspiros ... ¡ Fué también niña ! Tan niña como las que ,ahora sueñan con los Reyes y saltan de contento cuando no tienen que ir a clase. Pasaron los años... Entró ,en .la juventud con tantas ilusiones ,como vosotras po,dáis tener ahora : mas el tiempo seguía su marcha y ella em– pezó a darse cuenta de que la juventud se le iba, y ,quiso tal vez detener el curso de los años... , pero el tiempo no se detiene ; y dejó atrás la juventud, y dejó atrás la edad madura... , y hace años que va caminando por la marchita región de la vejez, sin– tiendo en su cabeza las nieves dd último invierno y viendo sob11e el hori:wnte un sol que ya no caHenta y que no tardará en ocultarse. Y esa anciana, en su reoorrido de la vida, ha visto cómo lejos o cerca de ella iban cayendo ;personas que conoció y amó, y cómo otras nuevas, destinadas a desaparecer del mismo
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