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672 FR. EUSEBIO GARC!A DE PESQUERA en sus años de Flilosofía había oído cantar muchas veces a un Hermano lego, natural de la ribera del Torío, que la había bai– lado no poco en su primera mocedad, antes de entrar en el convento: «Cuando pasan por León el Bernesga y el Torio, a la Virgen del Camino le piden la bendición.» Era algo melancólica su música, pero se adueñaba del más Íntimo sentir con un especial encanto. céHay flores de pan y vino por las vegas de León; pero su mejor florón es la Virgen del Camino.» El P. Fidel ~ir.aba y soñaba... Allí, muy cerca de la marcha del tren y en dirección ,contraria, se deslizaba el exiguo ,caudal de aguas del Bernesga. Iban camino de León ; y el P. Fidel las miró con ,envidia, con ,envidia y con ternura: ,«Me da pena, her– manas aguas, que os hayáis de manchar antes de llegar a la ciudad querida... Si tal cosa os ocurre, purificaos pronto para estar en condiciones tle recibir allá abajo la bendición de la Madre Dolorosa que vela por toda esta tierra desde su alto san– tuario. Y saludadla ,en nombre mío. >J El tren seguía su marcha. Santa Lucía: carbón y mineros por doquier. Ciñera... , Villasimpliz: otra vez se purificaba el paisaje, que– dando en su pura gracia campesina ; nada de negruras ni de humos: sobre las altas peñas el límpido azul de cielo. Villamanín: recuerdo de la excursión a Rodiezmo. j Hacía tan sólo un año ! Busdongo: recuerdo más próximo todavía. Dos meses antes, ¡ dos meses tan sólo !, había estado él por allí rode_ado de todos sus muchachos, en plena ,euforia juvenil y excursionista. i Y qué solo venía ahora ! Busdongo: ¡ última estación de su tierra leonesa ! Allí cam-

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