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TEMPORAS DE PRIMAVERA 671 santa cruz la resurrección bienaventurada. Sobre aquella tumba querida, como ·.había ocurrido sobr,e su propio vivir ,en León, irían brillando celas -estrellas de las noches efe fobr-ero», y soplan– do Hlos renovadores vientos dé marzo», y floreciendo la prima– vera de abril, q·.1e se engalana luego con las rosas de mayo y Los v,encejos de junio... , ry Josefina no llegarÍa a enterarse de nada porque toco .Jo de este mundo ya había pasado para ella. Mas Josefina ,estaba segura. Había hecho el v,iaje y llegado felizmente al punto de destino. En ,cambio, ¿ qué sería de aque– llas y de aquellos a quienes él había •tenido que abandonar tan desconcertados en medio del mundo y de su ju~entud? María de la Gracia, Celia, «Azucena)), Juli- Mari ... Dato Gómez, Negrete, Bosque, Gordón Vázquez... i.Cuánto pensaba en todos l P~ro mejor aún que pensar en ellós . era encomendarles a Dios. Y se dispuso a hacerlo: ahora el br,eviario era en sus ma– nos algo más que un pretexto para no entablar conversád6n. Empezó las Completas de aquel día ¡ por sus muchachos!, que a aquella hora estarían en León seguramente recordándole a él. Dicho rezo vespertino o crepuscular, rezo de final de jor– nada, de luz que· se e~tingue. canto d:e postrimería ante el ocaso del sol, no liberó de melancolía a su alma, pero sí le infundió dulce serenidad Mientras tanto, el tren, dejada atrás la amplia y llana ribera -Santiháñez, Cuadros-donde el agua de riego producía mila– gros de fertilidad en tierras, árboles y prados, se adentraba ya, algo fatigosamente. por las. estrechuras y gargantas de Ja zona montañosa. No lejos de la Pola de Cordón, el P. Fidel, que se había puesto ,en la ventanilla para ,contemplar mejor a su tierra leonesa en aquel viaje de despedida, pudo ver a la orilla de.l río Ber– nesga, cabe ·un aislado santuario de la Virgen, una animada romerfa. Los vestidos multicolores de las chicas daban no poca gracia al verde uniforme d.e la pradera. Se. ofa daramenté la música, pero ¡ qué desilusión I estaban tocando los aires bai– lables, pegajosos ry sensuales ,que en todas partes se venían im- . poniendo y para todas las fiestas: e qué tendría que v,er la Virg,en con aquello? Además, ·<cpegahall tan mal ,en el he~moso paisaje. severo y Iimpi.o... El P. Fidel se acord6 de la jota leonesa, que
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