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668 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA daña monástica de las «Carbajalas», cuyas campanas se habían puesto a tocar tan ruidosamente como en otras muchas ocasiones del día ; las torres solemnes de la catedral circundadas de vuelos de gr,ajos... Adiós, todo, adiós. Pasó bajo las ventanas del refectorio conventual: pocas ho– ras más tarde sería allí su última comida. Entró finalmente en el claustro y .siguió al jardín interior del convento, donde tantas •cosas bellas se le habían ocurrido y al cual daba la ventana de su celda. Quiso detenerse allí mirando hacia arriba para contemplar de cerca a las golondrinas quietas y silenciosas que se alineaban en la cornisa del cruc-ero ; mas no pudo hacerlo a satisfacción: el Hermano portero le andaba buscando, porque alguien de los suyos le esperaba en la por– tería. Poco de siesta durmió aquel día el P. Fidel. No .acababa de conciliar el sueño y se levantó para dar, sin ruido, los últimos toques a su modesto equipaje. Asistió a Vísperas en el coro, y poco después ya recibió aviso de que estaban abajo aguardán– dole los chicos que habían de acompañarle a la estación. ¡ Adiós también a aquella humilde celda donde había vivido tantas horas difíciles de. explicar ! Y desde ella, a la tribuna, a despedirse del Señor Sacramentado, el verdadero Amo de la casa, con quien el P. Fidel había contado primordialmente para todas sus empresas. Los mucha,chos que aguardaban en la portería eran los más fi.eles: Valentfri Negrete, Tiburcio Dato Gómez, Martín Bosque, etcétera, etc., hasta unos diez. Le •cogieron las maletas, y an– dandó hacia la estación. Sobre el ,grupo que caminaba se abatía claramente la pesa– dumbre, aunque ellos hicieran esfuerzos por apar,ecer «como siempre,,. Hablaban con poca espontaneidad, forzadamente, de cualquier cosa, sin coherencia. Al pasar por la estatua de Guz– mán el Bueno, el P. Fidel levantó .Ja mirada al ilustre héroe leonés, como si quisiera decirle: «Cuida siempre de esta ciudad, y como espejo de caballeros que siempr,e fuiste, no consientas que en ella se mantengan los que son malandrines en el obrar e innobles •en el sentir.ll

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