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TEMPORAS DE PRIMAVERA 65 de la ,adolescencia, acaba de ganar un buen ,puesto de oficinista en cierto Ministerio de Madrid. Aquello le pare.ció maravilloso y la •acabó de convsencer de qÚe había ·nacido para ,grandes cosas... : ¿ no -empezaban ya, por decirlo así, ,a real,izarse sus sueños? Un vivir vulgar y oscuro ¡ ·que se ,quedara para aquellas compañeras suyas que no podlan :aspirar ,a nada ! Su incons– .ciente orgullo saltaba de satisfacción: i la envidia que· la iban a tener todas ... , que la verían partir, quedándose ,ellas ,en ,el pueblo! Ya en M,adrid, no tardaron en empezar las amargas decep– ciones... Pero de todo ,esto y de c6mo su salud s,e fué resin– t:endo seriamente, y tuvo que regresar a casa de sus ,padres, que ya vivían en León... , le hablaría más despacio otro día. El P. Fidel había escuchado con enorme atención el relato de aquella pobre y singular criatura. Ahora, en su paseo por la huerta, lo recoraaba todo muy bien. Le parecía estar escu– chando su voz, y sentir aún la desacostumbrada hondura de su alma a través del mirar de aquellos' ofos -grandes, oscuros, tan llenos de interim vida. Ella, al despedirse, le había rogado que la tuvi,ese un poquito presente en sus oraciones... ; y él, que no solfa prometer nada a la ligera, porque .le ,gustaba cumplir fielmente su palabra, empezó aquella misma noche a rogar p¿r ella ,conforme le había prometido. Josefina, Josefina ... Al recordarla aho•ra en su oontemplativo paseo, el P. Fidel de Pefiacorada sentía un extraño interés: aquella ,criatura de Dios llev,aba sobre sí la pesada y glorios•a cruz de tener en su frágil cuerpo un alma con demasiado gran– des aspiraciones. Volteó la campana de la ig,l,esia conventual. El P. Fidel miró su reloj : la una menos veinte :minutos. Aquel toque era para llamar a los religiosos al rezo coral de Sexta y Nona. El continuó tranquilamente su paseo, pues por su oficio de PwEesor no ,estaba obligado a tal acto de comunidad. La huerta quedó aún más silenciosa y propicia ,para la medi– tación ; hasta alg,ún hermano lego que andaba por ella ,ocupado en labores manuales se retiró a la señal de la campana. Trató entonces el P. Fidel de dar mentalmente un nuevio toque a lo 3

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