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BMPORAS DE PRIMAVERA 667 carse que a la buena voluntad, entusiasmo, rectitud de intención y ,generosidad p:¡,opias no correspondan iguales disposiciones y sentimientos en todos los demás. »Hermanas golondrinas: dispensadme, porque os es,toy can– sando con estos desahogos que en realidad ,a nadie fuera de mí pueden importar :iada. Sólo quería dec,iros adiós. Quizá ya no volvamos a vern03 en ninguna otra primav,era. Vosotras os disponéis a marchar lejos ; pero vais con la ,esperanza de rvo!– ver... , de volver a estos mismos nidos leoneses que ahora dejais. ·Yo no tengo esa suerte. Yo también había hecho aquí mi nido, mas ahora debo irme sin esperanza de retorno. Quizá pueda volver por aquí cualquier día ; pero ya será algo muy distinto ele lo de ahora. Un no sé qué hay en la vida que se va marchi– tando irremediablemente: cuando yo vuelva, si vuelvo, se,guiré llamándome lo. mismo, pero yo no seré el mismo... , que segÚn decía el pobr,e c¡A}onso Qui,jano e,l bueno» a la vuelta de tod~s sus aventuras, ccya en los nidos de antaño, no hay pájaros ho– gaño». La ardorosa cngenuidad y confiada alegría con que mi juventud se ha venido enfrentando con el apostolado y ,con la vida, est.án a punto de desaparecer. »En fin, hermanas g,olondrinas: que Dios os conceda mucha ventura en vuestro v.aje hacia ccel mediodía dorado)) que decía un tal Vktor Hugo ; yo os lo de,seo de todo corazón. Pero os rue,go ,que no dejéis por ,allá vuestros huesos y plumas: tenéis que v•olv,er con la p:::óxi,ma primav,era para poner la .gracia de vuestros vuelos en el .cielo ,de esta inolvidable ciudad, y el calor de vuestros nidos en los rincones, para vosotr,as bien familiares, de este com~ento e iglesia del Santo que tanto os ,amó. Y cuando volváis, tened algÚn peque,ño recuerdo para este pobre amigo vuestro a quien pronto irán todos olvidando... » El P. Fidel había seguido su camino, muy lentamente, du– rante su hablar sin palabras oon las hermanas golóndrinas. Ya se encontraba en aque~ mismo lugar entre frutales dond,e había ocurrido su última ,conversación con Francisco Campo ; y, natu– ralmente, tuvo para él un cariñoso recuerdo : un recuerdo cari– ñoso y una breve oraci6n... Luego dirigió su mirada a la parte vieja de la ciudad que podía verse por encima de los árboles y las tapias: casas bastante irregulares y tejados grises ; 'la espa-
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