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TEMPORAS DE PRIMAVERA 663 »Hacía once años justos que a esa misma hora se despedía también, pero de :manera tajante, definitiva, para siempr,e, el ser más querido para mí en la tierra: ¡ mi madre I Sus labios ya ,casi fríos depositaron ,en mis mejillas el beso más .grande que un ser humano puede dar. Era el último. Ella lo sabía, y quiso sonr,eír para despedir a su pequeña, que, ignorante de todo, estaba allí sin dar a aquellas cosas el tremendo valor que encerraban. »Al cabo de once años, casi a la misma hora, me ha venido otra despedida también terrible para mí. Se me va-y sólo Dios sabe si para siempre-uno de los seres más queridos y a quien más debo en el mundo. Mi madre medió a la vida de la tierra; é.l me ha dado a la superior v:ida de la Gracia. El ha :sabido con sus enseñanzas y desvelos moldear mi espíritu, dando brillo al metal que tal vez tcviera ya en sí algún valor, pero que estaba abandonado y cubierto de polvo... Con ese amor y paciencia que sólo los apóstoles de Cristo ,saben, ha ido acercándome más y más al horno ardiente del Divino Corazón. Si algo bueno tengo en mí. se lo debí de pequeña a mi madre, y ahora, de may,or, a este Padre .querido que' se me: va. Nunca podré pagár– selo con nada ; mas sí quisiera hacerle saber que su labor ~n León ha estado muy lejos de resultar infecunda, como él a veces parece ,temer... «Dios sí puede ·;::>agarle todo ,cuanto ha hecho por nosotros ~y muy particularm,ente por mí-, y a El s,e lo encomiendo con toda mi alma... >> En la tarde de a::iuel mismo día de sábado se hicieron cuatro importantes fotografías con todas las d,e la ley, para que sirvie– ran de imperecedero recuerdo : la Junta Directiva de las chicas ; la de los chi:cos ; ,e) grupo general de ellas ; y el grupo general de ellos. El .P. Fidel con todos. El día sigu:ente 26 de agosto, que era cuarto domingo de mes, y por tanto dia de ,la Orden Tercera, en la fonción ,euc~– rística· de la tarde subi6 por última 'Vez el P. Fidel al púlpito para hablar a sus rerdarios. . Luego, en el sai6n, una breve despedida para todos. Hubo muchos apretones de mano ; no pocos lamento•s ; y hasta algu– nas lágrimas en el rostro ,curtido de dos o tres hombr,es ... Pero

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