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660 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA »Definidores: PP. Augusto, Gerásimo, Miguel, Mario.» Hubo para comentar en el recreo de aquella noche y en l?-s horas del siguiente día... El P. Fidel empezó a v,er el horizonte oscuro. Pues, de lo_s elegidos, dos habían vivido de :cerca y sin .gran simpatía todas las aventuras de ccA,vanzadilla>>, y a ellos habían ido a desahogar– se más de una vez los caballeros ry damas que no estaban con– formes con las actividades del P. Fidel. Sin embargo, aún no podía asegurarse que iba a ocurrir esto o lo otro. Tenían que pasar unos cuantos días mientras los nue– vos Superiores Provinciales IJ.Ombraban a los de los conventos y distribuían ·las familias religiosas. ¡ Casi otra semana de es– pera... , aguardando las noticias verdaderamente personales! Que al fin llegaron para el P. Fidel en un nuevo telegrama, expedido reservadamente por una persona amiga: «Le trasladan de León a ... » Todo estaba consumado. Adiós a los ilusiones, afanes y pro– yectos más .queridos de su vida... No era un simple capítulo, sino toda una etapa, la más emocionante de su historia, la que se cerraba con aquel traslado. Ni él mismo podía explicarse más tarde c6mo fué capaz de mantenerse tan sereno al leer el telegrama. ccBien ; si Dios así lo dispone... » fué lo único que sali6 de sus labios. Pero luego, pensando, pensando ... , y poniendo más de lo debido su atenci6n en los hombres que habían dispuesto todo aquello ccen nombre de Dios», empezó a revolverse su espíritu... , y a preguntarse : ¿ Qué pasará entre mis muchachos cuando se enteren de la noticia? ¿ Qué suerte correr•á todo lo que yo había ido montando en León con tantos afanes? e Y qué dir,á la gente? Al ver que m~ trasladan de golpe, sin darme tiempo ni oportu– nidades para concluir en forma digna· el asunto del peri6dico, todos podrán pensar que mi traslado tiene razón disciplinaria, que se me lleva lejos a causa de mis desaciertos y para evitar que siga perjudicando el buen nombre de la Orden ,con un pro– ceder que nadie puede aprobar. Bien: a unos, sin exponerse nun– ca, siguiendo tranquilamente una rutina de siglos, les está re– servado el ser siempre y en todo lugar los «intachables», los ár– bitros y Catones del ccverdadero espíritu religioso» ; a otms nos
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