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TEMPORAS DE PRIMAVERA 643 -P,ero, Padre... ¿ Qué· es lo que ha dkho ? ¿Tan mal nos quiere? -No ; precis::1.mente porque os quiero bien, me gustaría, hasta cierto punto, que os muri,érais en flor ; pero, ¡ eso sí 1, después de haber aprovechado bien el tiempo y ,cumplido con lo que Dios quiere de voso:ras. ¡ Suele haber luego tantas tristezas y miserias en !a iv.ida de una mujer 1 i>Papini, en su libro «Ex:posición personal», ha escrito unas páginas e:x'cesivamente sombrías sobre el de;tino de las mujeres. Aunque quitemos bastante de su amargor, queda aún lo suficiente para apesadun:brarnos. Dice, por ejemplo: «,¿ Quién no se compadece de todas esas jóvenes que esperan, que buscan, ,qt:e sueñan, que se ilusionan y que dentro de poco serán desfloradas y ajadas por los sucios deseos de los brutos bien parecidos L. Claro de luna, pañuelos, cartitas, besos, bai– les, fugas, temores, juramentos, contrati,empos y triunfos, y des– pués... >JDe las esperanzas de la primavera des,ciéndese v,elozmente, casi sin transición, a la melancolía de los otoños. La enamorada dev,iene ama de ,casa, la jovencita transfórmase en mujer insu-– frible, la sonriente danzarina tómase :malhumorada matrona; la aiegre esperanza se cou'vierte en nostal,gia, la prisión s:e achica, la tristeza tiñe los muros de color ceniza, y después del primer hijo la vejez se 9repara a prometer la muerte. »¿ Y quién ve, quién se ,compadece de la desesperada tris– teza de la decrepitud? Las criaturas más dignas de lástima son las viejas, aunque sean reinas. Una vez agotado ,el patrimonio de su potencia-la belleza y la juventud-, las viejas quedan borra– das del libro d~ la vida... Muj,eres, hechas para amar, no las mira nadie; hechas para gustar, inspiran repugnancia; hechas para ser amadas, no siempre se las soporta. Para los maridos consti– tuyen ya una costumbre o una carga, para los hijos un recuer– do ... Ellos levantaron ,el v:uelo hac:a otros amores y ella no puede retenerles para sí como antaño, no puede be'sarles ni mandarles: están lejos, dis::raídos, despegados. Para el mundo, las viejas ya no son promesas de felicidad y .fuerza, ni espectáculo de gra– cia, sino ruinas de las que hay que huir, cascotes plañideros que acab~n con la 1:aciencia de cualquiera...

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