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640 FR. EUSEBIO GARCIA DE. PESQUERA suponía hundida en el mayor desconsuelo, y dijo para sí: Aquello de ,wj Oh ! j Mi hija ! ¡ Y qué hermosa está» no debió de ser puro desvarío o alucinadón, a juzgar por los resultados ... Durante un buen rato se estuvieron recordando muchas cosas d,e la muerta, y el Padre aprovechaba discretamente todas las ocasiones para intercalar hermosas consideraciones de la espe– ranza cristiana, expresando al mismo tiempo su completa segu– ridad de que Josefina no sólo se había salvado, sino que tenía un lugar distinguido en la gbria, pues había sido un alma muy escogida y de singular ,generosidad para con Dios. Pasóse a tratar luego del sepulcro que se le debía haoer, y el P. Fidel recabó para sí ·la satisfacción de señalar a su gusto el epitafio que debía F,scribirse sobre Ia losa. Tal ,epitafio era este: /OSEFINA X ... Y X. .. (21 años) En el breve espacio de su vida terrena amó mucho al Señor que esM en los cielos, y generosamente le ofreció su juoentud en flor: por eso, del polvo de su cuerpo sólo pueden brotar flores. ccAnima dulcis: te in pace cum Angelis» No pasaron muchas jornadas sin que el P. Fidel se viera me– tido en una nueva despedida ; pero ésta •era de signo muy di– ferente. Consuelito, la muchacha tan discreta y fiel, se iba a un convento. El Padre ya lo esperaba, y, sin embargo, no dejó de sentir su pena ante la marcha de aquella chica. Le alegraba muy hon– damente que Consuelito, una de sus jóvenes más dispuestas y más queridas, hubiera escogido cela mejor parte» ; pero tal alegría quedaba un poco velada de tristeza por ,el pensamiento de que se iban alejando de él aquellas almas fieles de la primera hora, que le habían acompañado en todos sus afanes, en los días bue– nos y en los malos, y cuya valía no sería fácil de suplir con elementos nuevos. Expresó sus mejores deseos a la que partía, le dió seguridades

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