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62 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA alma la idea de que nuestra vida presente es como un peregri– naje hacia Dios: ,ccEn la fe murieron todos ellos (los ,patriarcas) sin haber alcanzado personalmente las promesas, sino únicamente viéndolas de lejos y saludándolas, y confesando que eran ex– traños y peregrinos sobre la tierra. Los que hablaban así, daban a entender qµe andaban en busca de una patria. Y si se refi • rieran a aquélla de la cual habían salido, ocasión tuvieran de retornar; mas la que f::>retendían era una mejor: la celestialD (XI, 13-16). También S. Pedro tenía presente la misma concepción de la vida. Había escrito a celos elegidos de la dispersión, del Ponto. Galacia, Capadocia, Asia y Bitinian, y con su acento de padre y pastor de toda la Iglesia les amonestaba: ,ce Vivid, hermanos míos, con un temor santo durante todo este tiempo de vuestra peregrinación; considerando que habéis sido res9atados de vues– tro vano vivir según las costumbres de vuestros padres, con la sangre preciosa de Cristo ... Os ruego, carísimos, que como fo– rasteros y peregrinos en este mundo, os abstengais de los apetitos carnales, que tanta guerra hacen al alman (l Pet. I, l7; II, 11). En todos aquellos textos apostólicos podía fácilmente descu– brir ,el P. Fidel, al lado del pensamiento fundamental-como forasteros que somos en este 'mundo, ,pasamos brevemente por él, camino de la Eternidad bienaventurada-, otra idea comple– mentaria y muy sugestiva: nuestro ,andar así por el mundo tiene carácter de cosa forzosa, impuesta por Alguien para que podamos expiar y merecer, expiar por lo pasado, merecer para la Vida Futura. Y si en este mundo ,estamos wpor imposiciónn, y ((lejos de la PatriaD, evidentemente este mundo es un «lugar de destie– rron... Muchísima mzón tenía entonces quien nos llamó ,«deste• rrados hijos de Eva>> y definió este mundo como un <<valle de lágrimas)). Sólo al llegar a este punto de sus refle:&)iones se dió clara cuenta el P. Fidel de que seguía llovi,endo de verdad. No cabía duda: en aquella tarde de fines de ,abril, a pesar de todos los alborozos de una bien ~ntrada primavera, la naturaleza estaba cumpHendo al pie de la letra Ia ,definición que de este mundo había dado el obispo galle~o S. Pedro de Mezonzo, hacía ya muchos siglos, al dirigirse a la Virgen Santísima con el rezo de

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