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634 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA contemplarla! Seguro que ya está en el cielo. ¡ Era tan buena! A medida que pasaba el ,tiempo, iban llegando más perso– nas, y todas manifestaban -la misma impresión. Y era que, efec– tivamente, Josefina parecía una virgencita dormida, cuyos ojos, cerrados a este mundo, contemplasen al otro lado cosas ,inefa– blemente iconsoladoras. A pesar de todo •esto su madre estaba como aniquilada. Y a no había lágrimas en sus ojos para desahogar su dolor... ¿ Para qué vivir, si le faltaba aquella hija, tan única ,en todo? Piadosamente se atendía a la pobre mujer en una habitación contigua a la ,eámara mortuoria. También el P. Fidel trató de consolarla con las consideraciones que para tales casos nos ofre– ce nuestra fe cristiana ... Cuando la encontró más serena quiso saber algo sobre los últimos momentos de la muerta tan querida, y ella le fué dicien– do penosamente, entre suspiros: ~Había pasado la noche bastante bien... Ya de madrugada, yo me quedé medio dormida en ,el sillón que ocupaba a su lado ; cuando, de pronto, como si algo raro sintiera, abro los ojos so– br,esaltada y me encuentro a mí Josefina con mucha fatiga y mirándome fijamente como queriéndome decir algo. Me incliné sobre ella y la besé en la frente, notándola empapada de sudor frío. «¿ Qué te pasa, pobre hija mía ?-le dije-. ¿ Cómo Dios te hace sufrir tanto ?>> En un susurro, penosamente, me contestó: ,«MAMA. .. ESTOY... CONTENTA, MUY CONTENTA, DE DIOS... DAME OTRO BESO... QUE ME VOY: EL ME LLAMA. .. » ,« 1Fueron las ráltimas palabras de mi pobre hija l~xclamó sollozando la madre-. A los pocos minutos se me quedó entre los brazos.» El P. Fidel dejó que corrieran en silencio aquellas lágrimas tan justificadas. Continuó luego la madre : ---,¡ Cuán fo sufrió la pobre ! Con lo delicada que ella era... Y ahora ¡ perdida para siempre !
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