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630 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUE;RA -,Cuando se va a coger flores, no se cortan las que ya han cumplido su desarrollo y están sin pétalos y sin color: se cortan las que acaban de abrirse, las que tienen su fragancia y su fres– ,cura sin usar. Josefina se venía mostrando desde el comienzo de su forzado reposo un modelo de enfermas: paciente, callada, nada exigen– te, cuidadosa de no causar molestias ,a nadie ... Y esto, hasta en sus días peores, ,cuando al malestar físico se juntaban ,luchas y sufrimientos del alma. Mas a partir de esa fecha en que el Pa– dre le habló con tanta claridad sobre su situación, empezó a reflejarse en toda su persona una sobrehumana serenidad. Era como si. llegada al Calvario, y puesta en Cruz, no hubiese ya que. pensar en bajar de allí, sino armarse de fe y confianza en Dios para aguantar santamente las horas de agonía que faltaban hasta la final liberación, Se había olvidado de ella misma ; ya sólo buscaba que la ofrenda de su vida y la aceptación de su muerte · resultasen plenamente gratas ,a Dios y provechosas para las almas. Ahora sí que podía decir ella como Rosa María: ,« Y quiero dar en amores cuanto mi espfritu encierra ; y deshacerme en sudores, para que al dar en la tierra, produzca la tierra flores.» Pocos se daban cuenta de que, ,a pesar de aquella su sere– nidad y sus ,esfuerzos por sonreír, Ja pobre criatura estaba sabien~ do de verdad lo que es un «martirio». Soñar en los más fervorosos momentos de la vida espiritual con ser «mártir de amor y de dolor», no debe de costar demasiado a una joven pura y ,entu– siasta ; pero serlo al pie de la letra... , ya debe de resultar otra cosa. Josefina pasaba horas de agonía cuando la tos estremecía su pecho, o el corazón, en su desordenado funcionar, se entregaba a las más alocadas agitaciones. Sentada entonces sobre el lecho, sostenida por los almohadones y el brazo derecho de su madre,
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