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TEMPORAS DE PRIMAVERA 607 mente fatiga¿a... , pero al fin logró reunir las suficientes energías para llegarse a la igl.esia de San Francisco, como de costumbre. ¿ No podría ser aquélla la última vez que la visitara? Hubo de permanecer sentada durante casi toda la misa, pues de rodillas no podía •sostenerse. $n embargo, su devoción no sufrió detrimento. Espiritualmente se encontraba en un punto inmejorable: todo el Tiempo Pascual había sido de grande,s gra– cias para ,elh., y muy especialmente esta semana del Espíritu Santo. Por eso quedó no poco entristecida cuando leyó aquello : «Concluída le. misa de hoy, expira e,} Tiempo Pascual>>. Reaccio– nó así: ·wBendito seas, Jesús mío... Nunca sabré agradecerte todo lo bueno que has sido conmigo durante este tiempo que ya acaba... No sé si ahora empezará para mí otro tiempo muy dis– tinto, el de Pasión. Me encuentro mal, y tengo miedo... ; pero yo quiero, a pesar de todo, que se haga siempr,e en mí la vo– luntad del Padr,e, quiero entregarme con v,iva fo a sus misterio– sos designios. n Cuando llegó a casa, su :n:adre la vió de tan mal aspecto, que la hizo 2.,costar inmediatamente. Y se llamó al médi,oo ... Su dictamen no ,foé nada alentador: «Hay que vigilarla mucho. No me gusta nada cómo se ,encuentra. Que no se :rr:ueva hasta nueva orden.» Ante Josefina se alzó la perspectiva de un lar,go v,erano de dolor, clava¿a en el ,],echo. Habría que expiar la pagana desen– voltura de m:ichas... A lo lar,go de los meses en que más penosos resultan las mantas y el encierro, porque todo tira hacia el aire libre y la expansión, a ella sólo le quedaba la aplastante mono– tonía de días y más dfas, noches y más noches interminables. No sólo a ,lm:_muchachos venía el P. Fidel hablando sobre la pureza; también había algo para las chicas, aunque expuesto en forma di::,erente. Supo infundir ,primero en sus almas la más alta ,estima de tan hermosa virtud, adorno incomparable de toda joven auténtica– mente cristiana. Pasó a habl,ar después de los peligros que la acechan: por