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TEMPORAS DE PRIMAVERA 595 virilizadas en su músi,ca) que, importadas casi siempre de países flojos, estaban llenando las horas de la Radio y los altavoces de las fiestas I Aquellos semihombres que cantaban desde )os discos con tantos desmayos, blandenguerías, suspiros y sensualidad, eran como para causar náuseas a todo var6n esr::añol bien cons– tituído. Los muchachos de Elola for:naban otro mundo. «Juventud española, descendiente de Fernando e Isabel: ha nacido el Imperio de los yugos, de las flechas y la fe ... n Marchan las nuevas juventudes, sueñan con una España en pie. i Ser,á ! Vienen por todos los caminos, para traer grandeza y libertad.)) «Por la Patria, el Pan y la Justickt., adelantados de la Cristiandad, marchamos los tercios falangistas tras la cruz de tu espada, Capitánn ... Lo que más repetían los muchachos era aqt:cello de wPrietas las filasn. Y ¡ qué bien sonaba en el aire, gener.almente sereno, de los atardeceres de mayo l Pero ,en la seguné.a estrofa de té!l himno había algo que le traía recuerdos dolorosos al P. Eidel: ·«Mis camaradas fueron a luchar, el gesto alegre, firme el ademán. La vida a España dieron al morir: hoy grande y libre nace para mí.,, Sí, muchos camaradas habían ido a luchar. Y muchos. i tam– bién a morir ! ¡ Cuántos habían quedado allá lejos ! El .gesto ale– gre y el firme ademán no les habían libr 1 ado de caer. En aquellas tardes luminosas de mayo ,puéo recordar más de una vez cierta tarde gr,is y tristona de noviembre en que ha-
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