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580 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA >>Cristo derribó a Saulo en el camino de Damasco, y le mandó. Fué un milagro. Saulo, al obedecer, sabía que no se equivocaba, «porque había visto». Fué un milagro, pero los milagros no se multiplican. Yo, el último de los soldados de mi Señor, casi no envidio nada al Apóstol. Jesús no ha hecho conmigo ningún mi– la·gro, ,pero yo estoy tan seguro como San Pablo de que no me equiv,oco. Ya he decidido mi vida. Como él, obedezco a Cristo sin vacilar. Y sin ver, pues «conozco a quien he creídon. »Ei milagro es- necesario cuando falta la fe. Si hay fe, pode– mos decii: que el milagro está de sobra. Francis Jammes escribió_: «El alma que esf.>era la orden del Altísimo, la acecha en lo~ menores gestos.,» Exacto: en los menores g-estos; en los gestos natur,ales, obvios, corrientes, de una vida normal, con su ener,g,ia pujante de veinticuatro años. »Así he acechado yo la orden del Altísimo, y El se ha dig– nado hablarme así. Yo creo, y obedezco. Vine por El a este combate de ccAvanzadillan: por El me voy. Cambio de servicio: en vez de ,la acción, la soledad ; en vez de la pluma, la oración ; en vez de los puños, las manos juntas y las rodillas dobladas. »El año que hemos co:mnado ha sido un año de vértigo, de entusiasmo inquieto, de incansable quehacer. Cristo me trajo en el ardor de la batalla... Y ahora Cristo, sabio, infalible, me ordena ir a la soledad ry el silencio, a aprender a estar a solas con El_. j Solo con Dios! Este es el gran secreto. »José Antonio decía al ,coronar uno de los más agitados días de su existencia: «Volvamos al silencio ahora. El Ímpetu de hoy nos hace dignos del silencio de mañana. Y en ese silencio volverá a germinar nuestro Ímpetu.» Leí esta frase de José An– tonio y fué para mí uno de esos «menores gestos del Altísimo» de que hablaba F. Jammes. »»Me alejo de estas páginas con dolor y con gozo. Sin de– masiada pena, porque volveré. Estoy seguro de ello. Quien ahora me lleva ,lejos, me hará retornar, mejor templado para la acción. Nuestra despedida no puede ser, por tanto, desgarradora. Se trata sólo de un cambio de servicio. Yo me presento: ((Sin nove– dad, mi Capitán.» Y El: «,A otro puesto, y adelante. n Y el Ca– pitán es Cristo, el Hijo de Dios vivo ... nCuando escribo estas líneas, el sol, ya un sol de primavera
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