BCCCAP00000000000000000000753
54 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA al día... El cielo estaba todo él limpio y radiante-bello cielo, el de León-; las flores de las macetas parecían del todo felices con las caricias solares ; los canarios de la jaula chillaban de contento ; en los solares de enfrente picoteaban inquietos nume– rosos ,gorriones... María de la Gracia observaba con la más sua-v'e delicia todo ,aquello. Llegó a suspirar bastante alto, y a decirse· a sí misma muy bajito: j Qué hermoso es vivir... , y soñar ! Pero de pronto le vino a la memoria lo que en la reunión de la tarde anterior había dicho el P. Fidel acerca de la vida. Y suspiró de nuevo ... , pero de muy distinta manera. <<¡Dios mío! ¿Por qué nos hablará tanto de que las ilusiones se marchitan, de que la felicidad de aquí abajo tiene muy poca sustancia, de que todo ,pasa con excesiva rapidez... ? ¿ Por qué no cesan de advertirnos que andemos con cuidado, porque muy fácilmente nos pueden engañar las ,apariencias, y seducirnos el mundo, y metern~s la curiosidad y la inexperiencia en peli,grosos caminos... , de los que no todas vuelven, y las que vuelven, según dicen, casi siempre retornan después de haber dejado en la aventura cosas inestimables que no se pueden recobrar? ¿ Será que no podemos entregarnos de lleno y confiadamente ,a la dicha de vivir?)) Como una serena réplica a estas protestas que acababan de producirse en su alma, sintió la joven que le surgían muy vivas en el recuerdo las palabras del P. Fidel : •<<Yo no quiero que renunciéis a soñar... Lo que no puedo consentir es que se malgaste en inútil mariposeo de ensueños fáciles la mejor energÍa espiritual que late en vosotras, y que debe reservarse ,para empresas de marca divina, empresas de la más alta calidad ... Es, por eso, necesario que ya en plena ju– ventud os percatéis muy ~ lo vivo de la terrible fugacidad de la vida... , para que ni el espíritu ni el corazón se peguen con exceso a las mezquinas realidades de aquí abajo ... V,amos a soñar cosas hermosas, pero colocando a Dios como centro de nuestros sue– ños y pensando en otras almas por •amor de Dios... >> Con toda sinceridad terminó María de la Gracia reconociendo que ,el Padre estaba en lo justo, y ,que sólo porque las amaba les había hablado de aquella manera. El no buscaba ponerlas tristes y sin ilusiones, no quería •oponerse a que ((Vivieran su
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz