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TEMPORAS DE PRIMAVERA 49 El P. Fidel siguió hablando ... María de la Gracia ya no sólo no tenia nada que objetar a lo que oía, sino que iba asimilando el discurso del Padr,e con la más cálida atención ; una atenc;Ón casi igual a la que mostraban dos ojos grandes, de oscura pupila, que miraban .al lado de ella, y sobre los cuales sólo muy ,fo tarde en tarde se posaba, cual alivio imperceptible, un levísimo parpadeo. Cuando el P. Fidel miró el reloj, dióse ·cuenta de qne las manecillas habían corrido más de lo que éI suponía... ; y con p,r:emura se puso a hacer un resumen de Jo dicho, que le salió bastante brioso: -En fin : no soñé.is demasiado con felicidades effo:ner:as ni con pobres triunfos de vanidad, que ésas y ésos sí que son flores que el sol seca un día y el viento arrastra una noche ... nNo pongais vuestra mejor atención en .cultivar y «explotarn · los encantos físicos que pueda tener vuestra juventud, porque entonces la historia de vuestra breve presencia en el mundo ter– minaría resultando una amplia colección de fracar3os a los ojos de Dios... nNo podéis convertiros en centro de ,vuestro vivir, para que todo y todos giren en torno vuestro... Vuestra vida no os perte– nece ... Vamos a soñar :cosas hermosas, pero colocando a Dios como centro de fodo, y pensando en otras almas por amor de ,Dios... j La m:rada en alto! Algo grande os prometo, si llegáis a entender la vida y sabéis luego vivirla, corno yo, con la ayuda de Dios, trataré de explicaros en nuestras reuniones de los jueves.n m A la mañana siguiente, María de la Gracia volvía muy con– tenta de oír misa en la i,glesia -de San Francisco. Aquel día, ,como casi todos los. días desde que empezara a tratar con el P. Fidel, había vencido con no pequeño esfuerzo a su gran •enemigo de la madrugada: la pereza para levantarse, y pudo llegar casi a tiempo de oír entera la misa de ocho. En ella comulgó ... Y volvía ahora muy contenta para su C·asa. No ei,a su contento sólo la natural consecuencia de tener