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42 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA ----,Siempre me ha costado mucho hablar de mis cosas, ,y más todavía dar a entender mis sentimientos Ínti:mos. En casa, y las amigas, di~en ,que soy muy cerrada, y unas veces me tachan de orgullosa, y otras de que soy insensible. Yo reconozco que soy bastante reservada, que apenas dejo traslucir lo que Íntimamente siento; pero no es por afán de engañar o despistar. sino porque ... , porque ... tengo una invencible repugnancia a eX!poner ante cual– quier mirada cosas muy mías. Temo si,empre que no van a ser comprendidas mis .cosas... , que se van a reír de mí, o que puedan tomar a broma lo que para mí tiene demasiada importancia. »Ese temor a hacer el ridículo, y a causar en los demás alguna impresión poco buena, me ha dominado siempre mucho, y me ata de manera que no me deja eX!pansionarme sino en muy con– tadas ocasiones... Pero yó creo que no soy reservada por orgu– llo ; de orgullo o soberbia tendré bastante, como todos, o quizá mucho, mas nunca he pensado que pueda proceder de ahí mi acusada actitud de reserva. En cuanto a lo de que yo sea insen– sible, ¡ -eso sí que me fastidia y llega en ocasiones a irritarme ! i Si supieran quienes dicen eso ... ! ¡ Si fueran capaces de ·penetrar en mi interior! Pero va a ser mejor dejarlo. Es d:fícil que yo cambie de manera de ser, ¿ por qué pretender· que los otros cam– bien su m,anera de pensar?» El hablar de aquella criatura se iba haciendo más cálido e insinuante por :momentos. No costaba mucho entender que en su oorazón había represadas muchas cosas hondamente sentidas, las cuales buscaban libre cauce hacia el exterior, para dejar aliviada el alma. El P. Fidel comprendió pronto que se encontraba en pre– senci.a de una de esas almas archisensibles, que, excepcional– mente ricas y v,aliosas, resultan muy difíciles <le entender para la mayoría, y que, por eso, pasan por la vida rodeadas de i.:.na casi general incomprensión... , contra la cual reaccionan ellas encerrándose en progresiva reserva, fácilmente orgullosa, y no exenta del peligro de transformarse en un amargado resentimiento contra todos. Esto -último le :parecía estar muy lejos de aquella jovencita arrodillada a su conf,esonario. Más bien creía que a ella se le debían aplicar unos versos de Eduardo Alonso:
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