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40 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA sonario, más o menos bien, y poder cumplir con Pascua a la mañana siguiente. Venían, sobre todo, de los ,pueblos de La Sobarriba, pues éstos tenían mayor trato y oonfianza con los ((frailes» por dos razones: porque siempre era de allí de donde venía algún paisano a arar con su pareja la huerta del convento cuando hacía falta, y porque de Corhillos de la Sobarriba tenían que ser, según muy respetable tradición, los fuertes mozos que fueran ,((pujando» por Ia ,pesada imagen de Jesús Nazareno en la gran procesión del l<Dainos» que todos los años salía de aque– lla iglesia de San Francisco al ,atardecer de la (<Domínica in Palmis». En 1a iglesia reinaba un intenso, aunque apagado bullir... Camareras de los diversos altares limpiaban, y arreglaban, y se movían de un lado ,para otro. Las de la Orden Tercera, refor-• zadas por algunos ayudantes, ponían a la imagen de Jesús Naza– reno sus mejores galas violeta y ,oro, y adornaban sus grandes andas con luces y flores ... Había, además, un continuo entrar y salir de fieles; y los confesonarios estaban :asediados. El P. Fidel de Peñacorada, que aún no tenía confesonario propio, estaba también confesando aquella tarde, utilizando uno cuyo titular había salido de predi:cación. La tarea, al cabo de algún rato, resultaba bastante pesada, no obstante la gran va– riedad de penitentes: desde los ,((añinos», a quienes de ordinario había que ir sacándoselo trabajosamente todo, hasta las muy piadosas del «hace ocho días que no me he confesado» ... En el curso de aquella tarea ,pesada, y desprovista casi siem– pre de interés (entendido al modo humano), saltó de pronto algo que hizo vibrar de atención al alma del P. Fidel. Fué al abrir una vez la ventanilla de la derecha. para confesar a la mujer de turno. La voz que ,escuchó entonces ¡parecía de una muchacha jo– vencita. El no podía ver el rostro de la que hablaba, porque las rejillas de los confesonarios capuchinos ponían muy eficaces obstáculos a la curiosidad ; pero la voz se sentía bien, y era su– mamente ,agradable: bien timbrada ,con un no sé qué de frescor infantil, de suavidad casi ,acariciadora... , voz matizada de pura timidez y anhelo. Insegura, aquella vocecita, después del ((Ave María» saluta-

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