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38 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA vecos habían establecido sus cuarteles de invierno negrruzcas bandadas de ,grajos... Sobre las interminables choperas del Bernesga y el T orfo, tendederos de niebla escarchada hacía dos meses, y todavía des– nudas de hoja, pero ya impacientes por revestirse de verdor nun– ca usado... Sobre las alargadas lomas de La Caridamia, ocupadas alegre– mente por escuadrones de pinos adolescentes... Sobre las pardas tierras de cereales, cuyo corto verdor, regu– lado por las líneas de los surcos, resultaba y,a confortante pro– mesa de un futuro y rumoroso mar de ,espigas bajo los vientos de junio... También sobre la Hermandad leonesa de la V. O. T. Fran– ciscana soplaban en los días finales de marzo vientos de reno– vaci6n... En el ramaje de su añoso tronco apuntaban brotes, que habían de reventar en floraci6n de auténtica primavera. Marzo, mes de la Encarnaci6n-misterio de divina y virginal fecundidad-, traía claros anuncios de que se iba a renovar esa cosa tan misteriosa que es la vida. MarZio, mes cuaresmal por excelencia, venía ,apuntando tam– bién que la mejor y más honda de las renovaciones s6lo podría lograrse por obra del ESPIRITU.
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