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TEMPORAS DE PRIMAVERA 35 >JDespués de escucharla en v0nfesi6n, y recibir las senciUas confidencias de su alma, empecé a sentir por ,ella un tan hondo cuanto dolorido afecto. ¡ P,obre criatura I Tenía 23 años, se había casado ,a los 16, e iba a dejar a cuatro nifí.as sin madre en ,el mundo ... En este mundo, del que dla ,estaba ya incurablemente hastiada, después de habérselo imaginado todo ,alegre y mara– villoso. Había empezado a cc.oonooerle>J en ,películas, leoturas no– veiescas de tinte rosáceo, ensueños de la propria fantasía, adula– ciones ,o lisonjas del exterior... ¡ Había sido tan hermosa! Todos la admiraban ; y quizá... j todas la envidiaban ! >JSu brnve experiencia de '1a vida fué terrible. ¡ Cuánta dife– rencia entre lo que ella había soñado y lo que le iba dando la realidad! Pero su coraz6n ,era noble, ,y no ,guardaba rencor para nadie. Sentimientos de muy honda ddicadeza no le dejaban casi decirme que sufría mucho en ,el alma ; y menos, indicarme con claridad la causa de tales sufrimientos. No le angustiaba nada el pensamiento de morir. ¡ Si no fuera por aquellas cuatro niñi– tas... ! El marido no se había portado mal con eUa. pero tam– poco había sab:do darle lo que la ,exquisita sensibilidad de su corazón estaba calladamente piidiendo. En cuanto a las amigas y conocidos.. ,, mejor em no ,pensar ,en ellos. Mientras ·su salud y su belleza y su situación econ6mica estuvieron a buen niv.el , las atenciones de todos no dejaron de rodear1a ; mas euando la tribulaci6n y la enfermedad s,e pr,esentaron ,con señales de no querer marcharse, fué com,o si nadie Ia hubiera conooido. En horas de interminable soledad se iba .consumiendo su existencia ... No podía ni besar a sus niñas ; sólo podía contemplarlas de lejos, con dolorida ternura. >JAsí, pues, casi deseaba morir. Aguardaba la muerte ,con la duloe melancolía de quien perd,on:a a todos, ,pero ya no espera nada de nadie.... Y allí estaba, con sus 23 a,ños, con sus ojos aÚrn tan bellos, con su coraz6n tan noble, irremedi,ablemente mar– chita. >JYo procur,é hablarle lo más hermosamente .que supe; y su delicadísimo ,c,orazón, ,en el que se habían davado todos los desengaños, iba abriéndose al rocío dd cielo como solitaria rosa después de noche triste. En sus ojos, brillaI}!:es de fiebre, pude leer un muy sentido agradecimiento: nadie le había dicho nunca

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