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TEMPORAS DE PRIMAVERA 23 Pasan semanas y semanas, las ¡más lentas del afio... ; y un día cualquiera, en una fecha que los ,ca'.lendarios no supieron marcar ,con signos especiales, se deja sentir por los ámbitos todos dei mundio familiar al hombre cierta consigna mister,íosa que pone en conmoción a los y,ertos ,o dor,midos. Una voz inexpEca– ble y taumalJÚrgica {que se diría prooeder de más arriba de las estrdlas) ordena la r,esurrecdón... La voz, bi.en ser,vida por las alas del viento, llena primero los anchurosos ,senos del e;;,pacio, se introduc,e luego ,c,on ¡poderosa sua'"idad por los poros de la tierra, y va invitando a todos 1os seres a la fiesta rutilante de la v:ida. El Espíritu del Invierno tiene que retirarse entonces a sus dominios polares... , dejando libres a los hombres para que es– cuchen con gozo la canción de la nueva primavera. Canción po– derosa y mansa: notas que difunden las margaútas pequeñas y sencillas~blancas flores de todos 1los ,campos iverdes- ; los ,pájaros del aire, amorosamente cuidados ipor d Padre Celestial; los árboles, antes yertos, y ,ahora armoniiosos ip,or e,l sUél!Ve rrumor de empujar hacia las '.caricias del sol los bmte,s de su floración nueva, igrada efímera destinada a morir _tan presto ... El P. Fidel se sentía duldsimamente embriagado al ,aspirar los primeros efluvios de la ,primavera que se venía. La ventana de su celda daba al amplio y cuadrado jardín interior del con– vento ; desde ella podía ohs,ervar perfectamente ,cómo empeza– ban a abrirse ya las hileras de narcisos que marcaban los linde– ros de las pequeñas parcelas; desde ella rpodía descubrir otros muchos deliciosos pormenores... ; pero de todos se retrajo su atención, por quedar como atmdido a ,causa dd alborozo que d,emostraban los pajarillos: el jardín entero resonaba de la es– truendosa algarabía con que los gorriones saiudaban al sol. Alegre, y ,oon ,ganas de cantar o ,alborotar como los pájaros, s,e r.etiró de la v,entana, y se puso a haoer su pobre cama de capuchino. Nadie iría por allí con el e~preso intento de observar si estaba bien o mal hecha, ipero al P. Fidel no le gustaban las cosas hechas de cualquier modo: ,era natur,alme:nte amante del orden y de que todo estuviera bien colocado. Acabado en unos minutos el ligero arreglo de su habitación, se sentó ante la mesa. Abrió un libro, y quiso leer. Mas la aten– ción se le escaipaha. La nueva sensación de la primavera se le

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