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20 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA juveniles, que se habían reunido para ,escucharle, y él empezaba a hablarles así: «Amigos míos: Paz y Bien. »Me pr,esento ante v;osotros con este saludo franciscano de «PAZ y BIENn, porque vengo, efoctivamente, ,con grandes ansias de hacer·os bien y llev;aros hacia la paz. ))No hay en el mundo tarea más hermosa que la de orientar a 1as almas por caminos de luz; y ,yo, que ,por elección y por oficio soy mensajer,o de la verdad, vengo· aquí oon la ilusión de ser para vosotros un genuino representante de aquel Maestro Di– vino que iluminó con indeficiente claridad los caminos de la v.ida y de la muerte ... ))Pensando ,en que debía dirigiros la palabra, he sentido du– rante estos días una extraña vibración, mezcla de alegría y de miedo. Ale,gría, por tener ocasión de hablar a almas auténtica– mente jóvenes, siempre dispuestas a generosidades e idealismos ; miedo, ,porque tal vez no acertara yo a decir-os las palabras que necesi.táis, las palabras que mejor puedan llevar Luz y Amor a vuestra alma, todavía virgen para .incontables posibilidades. »La gran ocasión de la juventud hay que aprovecharla con ardorosa, pero también sensata, avidez. Parece que luego. con el correr de los ,años, se van formando arrugas en ,el corazón, y llega a designarse con -el respetable nombre de •«experiencian lo que no ,es más que corrosivo escepticismo, triste incapacidad para los arranques generosos, ,o verdadero desprecio hacia d afán de llegar a ideales alturas. Bien sé que hay jóvenes con espíritu vi,ejo, y viejos de temple joven ; pero no es eso lo normal. «La vida es soplo de hielo, que va marchitando flores», ha dicho un poeta; y lo triste es eso de «la m,architez». Todos sabemos que las flores no pueden durar siempr,e ; pero la única salida decorosa para su ineludible transitoriedad de,be ser un ir transformándose en fruto, no un morirse de mustias ... » j Amigos míos ! : que el paso de la vida no marchite almas, sino que las transforme ! » La tensión de este discurso imaginario, pero hondamente sen– tido, se quebró de pronto ; el cansancio se impuso, y a las tres de la madrugada el P. Fidel se hundió nuevamente en la dulce inconscienci,a de un buen sueño.

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