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TEMPORAS DE PRIMAVERA 19 sacar gran partido de toda esa inmaterial lluvia de estrellas fu– gaces, porque buscaba ante todo cumplir con su deber, y su deber en aquellos momentos ,era atender a Di,os y al desarrollo de sus alabanzas. Las ,estrellas fugaces pasaban... ,casi siempre para no volver: de no ser aprehendidas al vuelo y fijadas cui– dadosamente en la memoria, había que darlas por perdidas, aun– que luego se hicieran no pocos esfuerzos de ervocación. Se terminó el re:z:o coral. Todos, de rodiUas, reci:taron la oración final de alaban:z:a y perdón: ccA la sacrosanta e indivisa Trinidad, a la Humanidad de N. S. Jesucristo crucificado, a la fecunda integr-!dad de la beatísima y gloriosísima siempre Virgen , María, y a la universalidad de todos los santos, se ofrezca por parte de todas las creaturas sempiterna alabanza, honor, poder y glor1a, y que a nosotros se nos conceda la remisión de todos nuestros pecados por los siglos de los siglos.n A los pocos segundos ,comenzó un desfile de pasos apresu– rados. En el corto trayecto desde el ,coro a la celda de cada cual, se pmcuraiba andar de prisa, para ver si los pi.es entraban -en reacción ,con ,aquel breve paseo, Una hora antes, los pies habían salido calientes de la c:ama ; pero su calor lo habían dejado casi del ,todo sobr,e el pavimento del ,coro: era su humilde tributo de amor a Aquel que descalzo había pisado tan penosamente los. duros caminos de la tierra. El P. Fidel de Peñacorada se despidió brevemente del Señor Sacramentado, que desde su insignificante escondite del alta-r tenía para todos una permanente vela de amor, y se fué también ,para la cama. Lo ,que 1e habían propuesto María de la Gracia y compañeras al final de la Asamblea, se empeñaba en ,ocupar su mente ,corno una ,ohsesión ; y su mente seguía en aquel estado de ,extraña lucidez que siguió a la lucha contra -el sueño. La imaginación trabajaba a pleno rendimiento, contemplando ya la puesta en marcha de los más hermosos .apostolados... Era como un delirar optimista ; y el P. Fidel no podfa hacer gran cosa p,or suprimfrselo. A la cabeza, que ya descansaba de nuevo sobre l:a almohada, bajo la cruz, no quería retornar el sueño tan ,penosamente despedi-do. Cavilar y fantasear era su trabajo forzado ... El P. Fidel se veía ya ante una nutrida formación de almas

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